Geotecnia de Calidad

jueves, 13 de junio de 2013

SANGRE Y PETRÓLEO EN LA PLAYA DE BARCELONA



La primera vez que la sangre tiñó masivamente de rojo la arena de la playa fue en el verano de 1.936, cuando 44 militares sublevados se equivocaron de lugar y bando, y acabaron detenidos y asesinados por las milicias republicanas. Lo que vino después fue peor. Hasta 1.706 hombres y 11 mujeres, entre ellos el abuelo de mi esposa, fueron fusilados después de la guerra en las playas del Camp de la Bota, cerca de donde ahora se sitúan las desiertas plazas del Fórum de las Culturas.
La represión franquista fue cruel, precisa, y dilatada en el tiempo, ya que los fusilamientos se extendieron desde 1.939 hasta 1.952. Un macabro récord se alcanzó el 26 de Mayo del primer año, cuando 21 personas dejaron sus vidas. Los consejos de guerra se ventilaban rápido. A veces una denuncia de un vecino rencoroso era suficiente para desencadenar el proceso. Nieves Bouza, una chica de 22 años, sin ningún delito de sangre, miliciana de retaguardia, cocinera y lavandera, fue asesinada por estar simplemente afiliada a la CNT.
Jugando a los fusilamientos. Barcelona, 1.937
El mecanismo de los fusilamientos era siempre el mismo: al anochecer los presos eran recluidos en capilla, donde se les permitía escribir una última carta, obviamente en castellano. Antes del alba eran trasladados desde la cárcel Modelo hasta un terraplén de tierras frente a la playa. La presencia de las furgonetas, y de secretas vigilando que nadie saliera de las vecinas barracas, advertía a sus habitantes de que aquella noche había “trajín”. Los tiros de gracia del capitán permitían contar los muertos de la jornada. En el certificado de defunción se lee “causa de la muerte: hemorragia interna”. Es decir, que los ajusticiados en realidad estaban enfermos, y las balas aliviaban su dolor. Al amanecer, mientras los restos de sangre sobre la arena eran lavados por las aguas del Mediterráneo, los cadáveres se amontonaban en el Fossar de la Pedrera, en Montjuïc.
Carta de despedida de Ceferino Llop, antes de ser fusilado. ¿Llegaría la cartera a su esposa?


Los fusilados morían de hemorragia interna
 Las barracas del Camp de la Bota se situaban un centenar de metros al sur de la desembocadura del Besós, en el límite entre Sant Adrià y Barcelona. Aún más al sur estaba el barrio de Pekín, barracas así llamadas porque sus primeros habitantes fueron unas familias chinas que habían vivido en las Filipinas, de donde fueron expulsadas cuando la antigua colonia se independizó. Quizás sus descendientes se han movido recientemente al litoral de Badalona, donde existe el mayor Chinatown industrial del país. 

Camp de la Bota, y barracas de Pekín, en segundo término
 Las de Pekín y Camp de la Bota crecieron directamente en la playa, junto al antiguo Castillo de las Cuatro Torres, levantado inicialmente por tropas francesas que ayudaron a Felipe V en el asedio de Barcelona de 1.714, y remodelado en 1.858 por Zapatero (no el que pensáis, sino otro que fue Capitán General de Catalunya).

Maniobras militares en el Castell de les Quatre Torres. Siglo XIX.
 Los franceses hacían prácticas de tiro contra un terraplén de tierras, “butte” en francés, y de ahí quizás deriva el nombre de Camp de la Bota, antaño también conocido como barrio del “parapet”.
Hasta 667 barracas y 3.415 habitantes llegaron a malvivir entre el Besós y el cauce de la riera de Horta (Rambla Prim), tomando agua de estas cloacas a cielo abierto, y de la acequia de la Madriguera. Los ecologistas y las depuradoras todavía no habían nacido, y lógicamente los desperdicios eran directamente arrojados al mar. En 1.949 se creó un Servicio de Represión del Barraquismo. Ya debía ser triste vivir en una barraca, pero que encima te repriman por ello… Parecen otros tiempos, pero la última barraca no desapareció hasta 1.989.

Barraca del Camp de la Bota. Isidre Nonell, 1.901.

 
Inundaciones en el Camp de la Bota, 1.962

 
Decenas de años de lanzar basura al mar tienen su repercusión medioambiental. Además, las corrientes litorales procedentes del norte, también arrastraban al Camp de la Bota, no sólo nuevas capas de arenas, sino también los hidrocarburos, alquitranes y demás bonitas filtraciones procedentes de las industrias petroquímicas que ocupaban las playas de Badalona, hasta que a un alcalde moderno y un poco yuppi se le ocurrió que ahí debía haber una linda playa, así como un canal de navegación interior, que la crisis ha dejado en un canal seco lleno de matojos.
Escuela de los Padres Escolapios, en 1.967. Camp de la Bota. Los que están de lado a la pizarra pagan menos y suspenden. El que está de espaldas lo tienen crudo. Será así la ley Wert?
Las arenas acumularon en sus poros una pegajosa sustancia negra, putrefacta, llena de materia orgánica y de hidrocarburos. Un verdadero sapropel, que convirtió los sedimentos en una especie de arenas bituminosas que nada tendrían que envidiar a las que ahora se explotan masivamente en Canadá.

 Recuerdo que de pequeño, en la no lejana playa de la Barceloneta, era frecuente quedar con el pie pringado por una sustancia negra, de la que ahora sé su origen.

 
No sé si los responsables energéticos del país leen este blog, pero yo me olvidaría de plantear el fracking en la bonita Garrotxa, y me centraría en las playas del Fórum. Cuando hacemos sondeos en la zona, detectamos alrededor de 2.0 m de espesor de arenas sapropélicas. Si cuantificamos su extensión en una franja de alrededor de 100 m de ancho, por una longitud próxima a 1.0 km, hasta el Port Olímpic, resultan 200.000 metros cúbicos. La porosidad de estas arenas es próxima al 25%, es decir que tenemos una reserva de 50.000 m3, cincuenta millones de litros de hidrocarburo de baja calidad, pero que quizás nos sacarían de la crisis. Al menos a mi familia y los cuatro amigos que tengo entre Linkedin y Facebook.

Lavadero con igualdad de género en el Camp de la Bota, 1.960

Ahora que está de moda fomentar a jóvenes emprendedores, estaría bien que alguien tipo Barcelona Activa me financiara. No soy joven, ni probablemente emprendedor. No he estudiado en Esade y no voy a los encuentros de NetWorking en Biz-Barcelona, pero ahí dejo la idea.
El plan no sería malo, ya que tendría dos efectos colaterales beneficiosos. Al final la arena de la playa quedaría limpia, y mientras durase la explotación de la reserva energética, disminuiría el número de turistas que nos visitan. De lo contrario Barcelona va a morir de éxito, convertida en un parque temático sin personalidad.

El Camp de la Bota se encuentra en el delta del Besós. Los deltas actuales tienen una historia geológica joven. Nacieron hace sólo 15.000 años atrás, cuando al final de la glaciación que había hecho descender el mar unos 120 m (el agua estaba en los glaciares continentales), los océanos recuperaron posiciones próximas a las actuales, y luego se estabilizaron. Ante esta elevación del nivel de base, los ríos perdieron energía en la nueva desembocadura, y empezaron a depositar sedimentos, que iban progradando hacia el mar.
Mar adentro, sobre las antiguas gravas rodadas del cauce fluvial, se depositaban fangos y arenas finas, que quedaban después recubiertas por arenas fluviodeltaicas y litorales, de grano más grueso.
En el caso del Besós, sobre un substrato de margas azules pliocénicas, situadas hacia la cota -50 m, se encuentra una potente capa de una quincena de metros de espesor de gravas rodadas y arenas fluviales (el acuífero profundo del delta). La mayor parte de los rascacielos de la zona se han cimentado mediante pilotes hincados en estas gravas y arenas, hacia los 35 m de profundidad. Por encima de ellas reposan arenas muy finas limosas grises, típicas de prodelta, las cuales ofrecieron dificultades durante la construcción de las pantallas perimetrales de los sótanos de Diagonal Mar. Recubriendo las arenas finas se sitúan las arenas más gruesas fluviodeltaicas y litorales, entre las que se encuentran las contaminadas arenas de las playas del siglo XX. 


 Después de las barracas vino la gloria olímpica, la Ronda Litoral y finalmente el Fórum, que incluye una gran pérgola fotovoltaica, junto a la cual perforé hace poco unos sondeos para el amarre del Barco Hotel Sunborn Yacht. Gran parte de estas obras se emplazaron sobre terreno ganado al mar, así que las arenas sapropélicas se encuentran ahora a 7-9 m bajo la superficie.

Perforación de sondeos para el Barco Hotel Sunburn Yacht
Curiosamente en esta misma zona se construyó la Depuradora del Besós, oculta bajo el Fórum, que limpia las aguas del sector, pero continúa dejando negras las arenas sobre las que reposa.
Un poco antes de la crisis, entre la depuradora y la playa de la Mar Bella se proyectó el Zoo Marino de Barcelona, lo que me permitió efectuar un correcto estudio geotécnico, con sondeos profundos, piezoconos, tomografías eléctricas para la detección de antiguas escolleras, etc. El estudio geotécnico quedó muy bien y yo cobré una pasta, pero no sirvió para nada, porque el Zoo marino hizo aguas, y no llegó.

Perfil geológico en el futuro Zoo Marino

Ensayo CPTU en el Zoo Marino. Predominan las arenas hasta los 26 m, y los limos después.
Haciendo este trabajo en 2.008, el artista Jorge Rodríguez Gerada dibujó la cara de Obama en el gran solar. Era justo durante las elecciones y llamó a su obra “Expectation”. Hasta se podía ver desde el espacio. Mucha gente no entendió su trabajo, pero hablando un día con Jorge mientras él esperaba sus camiones de gravas coloreadas, y yo sacaba mi perforadora de donde iba un ojo de Obama, me dijo que la esperanza mundial por lo que haría el futuro presidente era enorme, pero que él estaba convencido de que en poco tiempo las expectativas se diluirían, ya que una vez en el poder, la inercia de los intereses de todo tipo le devorarían. Por eso él también hacía una obra artística condenada a desaparecer erosionada por la lluvia.
Yo añadiría que los pigmentos de la pintura y de la esperanza, se han mezclado en el subsuelo con las arenas bituminosas, los vertidos de las cloacas, y la sangre derramada.

Expectation, de Rodríguez Gerada, 2008.


Nepal, 1.981

 Si hay un país que ha condicionado nuestras vidas, éste es Nepal. No son sólo sus espectaculares paisajes y los senderos que hemos trazado en ellos, sino su gente, su cultura,  la amistad, y la sonrisa de los niños. Hasta cuatro veces hemos estado en Nepal, las dos últimas para adoptar a nuestros hijos, Maria y Xavier.

Durante el primer viaje, en 1.981, descubrimos un país todavía pristino, que después evolucionó rápidamente. En aquella ocasión, remontamos el solitario valle de Rolwaling, y a través  de un collado glaciar a 5.750 m de altura, alcanzamos el valle de Khumbu, y el pie del Everest.

Las fotos que siguen son de los primeros días de aquel trekking, de 25 días de duración. Más adelante, mostraré en este blog imágenes de las montañas más altas del mundo.

Templo de Swayambhunath, en Kathmandu.
Campos de arroz en terrazas


Columpio


Puente hacia el valle de Rolwaling




Gauhri-Shankar, nuestra primera visión de una cumbre de más de 7.000 m